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Científicas invisibles

Las pioneras que sentaron las bases de nuestros laboratorios.

En la historia de la ciencia, abundan los nombres que definieron eras: Pasteur, Lister, Koch, Watson, Crick… Sin embargo, en esa narrativa lineal y predominantemente masculina, han quedado marginadas muchas de las mentes que hicieron posibles los descubrimientos que hoy sostienen nuestras prácticas de laboratorio. 

Este artículo no pretende únicamente rendir homenaje, sino reconocer las contribuciones técnicas y metodológicas de científicas cuyos descubrimientos aún resuenan en los protocolos, reactivos y equipos que empleamos cada día en entornos de control microbiológico, histología, biotecnología y farmacología. 

🔬 Fanny Hesse y el agar-agar: la base sólida de la microbiología 

En 1881, mientras trabajaba junto a su esposo Walther Hesse, colaborador directo de Robert Koch, Fanny Angelina Hesse propuso una solución que transformaría para siempre el cultivo de microorganismos: reemplazar la gelatina —que se licuaba a temperaturas superiores a 28 °C y era degradable por muchas bacterias— por agar-agar, un polisacárido extraído de algas rojas. 

Fanny conocía el agar por su uso culinario en la cocina malaya. Su propuesta fue tan simple como revolucionaria: un medio estable a 37 °C, transparente, no nutritivo para la mayoría de las bacterias, y con excelentes propiedades gelificantes. Koch adoptó la idea casi de inmediato en su laboratorio, y sin embargo, el crédito quedó históricamente registrado sólo a su alrededor. 

Aplicaciones modernas 

Más de 140 años después, el agar-agar sigue siendo el estándar oro para medios de cultivo sólidos. Desde el recuento de aerobios mesófilos en industria alimentaria, hasta el monitoreo de microorganismos viables en salas limpias (mediante placas RODAC, por ejemplo), el aporte de Hesse está presente en cada incubadora, cada estufa y cada técnica de conteo en superficie. 

🧬 Rosalind Franklin: la estructura del ADN y la precisión del dato 

Rosalind Franklin fue una cristalógrafa británica cuya habilidad para obtener imágenes de alta resolución mediante difracción de rayos X permitió visualizar, por primera vez, la estructura helicoidal del ADN. Su famosa “Fotografía 51”, obtenida en 1952, fue crucial para que Watson y Crick desarrollaran el modelo de doble hélice publicado en Nature en 1953. 

Sin embargo, Franklin no fue informada de que sus datos habían sido compartidos sin su permiso, y su nombre no apareció como coautora. Murió en 1958, y el Nobel de Medicina fue otorgado a Watson, Crick y Wilkins en 1962, cuando los premios no se otorgaban póstumamente. 

Impacto en la biotecnología moderna 

Comprender la estructura del ADN es la base de prácticamente todo lo que hoy llamamos biotecnología molecular: desde PCR y secuenciación genética, hasta la producción recombinante de proteínas (como las alternativas modernas a las pruebas LAL, como el rFC). Sin los datos de Franklin, el modelo tridimensional del ADN hubiera tardado mucho más en desarrollarse. 

En los laboratorios actuales, el trabajo de Franklin vive en cada ciclo de termociclador, en cada diseño de oligonucleótidos y en cada kit de amplificación genética. 

🧫 Esther Lederberg: una mente detrás de la genética bacteriana 

Esther Lederberg fue pionera en la genética bacteriana durante los años 50, una época en la que pocos creían que las bacterias podían intercambiar material genético de forma compleja. Su trabajo fue clave para demostrar la existencia de plásmidos y para desarrollar la técnica de réplica de placas (replica plating), una metodología esencial para identificar mutantes y estudiar resistencia antibiótica. 

Además, descubrió el fago lambda, que se convirtió en modelo universal para el estudio de la transducción genética. 

Técnica que sigue vigente 

La técnica de réplica de placas es aún utilizada en laboratorios de microbiología industrial para: 

  • La selección de colonias resistentes a antibióticos o desinfectantes. 
  • El estudio de mutaciones inducidas por estrés. 
  • El aislamiento de cepas productoras de metabolitos de interés en fermentaciones industriales. 

Esther aportó no sólo datos, sino técnicas experimentales reproducibles que se integraron a la cultura experimental bacteriana de los laboratorios. 

💊 Gertrude Elion: ingeniería farmacológica antes del genoma 

Gertrude Elion comenzó su carrera sin acceso a estudios de doctorado por ser mujer, pero logró trabajar en investigación para Burroughs Wellcome (hoy parte de GSK), donde lideró un enfoque nuevo: diseñar fármacos dirigidos contra rutas bioquímicas específicas de las células enfermas

Desarrolló fármacos como: 

  • 6-mercaptopurina, contra leucemia. 
  • Aciclovir, uno de los primeros antivirales eficaces contra herpes. 
  • AZT, base del primer tratamiento eficaz contra VIH. 

Ganó el Premio Nobel en 1988 junto con George Hitchings. 

De lo empírico al diseño racional 

El enfoque de Elion antecedió lo que hoy se conoce como medicina personalizada o diseño racional de fármacos. Su idea fue cambiar el paradigma: dejar de probar cientos de compuestos al azar, y comenzar a diseñar moléculas dirigidas a blancos terapéuticos específicos. 

Este enfoque es esencial en laboratorios de I+D de medicamentos, y su influencia puede verse en cada modelo de docking molecular o diseño de inhibidores en la industria actual. 

📌 Epílogo: del olvido al laboratorio 

Estas científicas no sólo aportaron conocimiento. Desarrollaron herramientas, técnicas, enfoques, medios y criterios que estructuran nuestro trabajo diario en el laboratorio moderno. Desde la selección del medio de cultivo hasta la validación de biológicos recombinantes, pasando por la caracterización genética de cepas o la elección de métodos analíticos, sus legados son funcionales, no simbólicos. 

En Metrix Laboratorios, como parte del ecosistema técnico que respalda procesos críticos en las industrias farmacéutica, alimentaria, cervecera y de dispositivos médicos, creemos que el reconocimiento no es únicamente un acto de justicia histórica, sino también un ejercicio de profesionalismo técnico. Reconocer las raíces de nuestras metodologías fortalece nuestro criterio, enriquece nuestras decisiones y mejora nuestros procesos. 

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